26 julio 2025

EL PELIGRO DE LA RELIGIOSIDAD

Tema: El peligro de la Religiosidad 
Texto: Malaquías 1; 6-14

El peligro de la religiosidad superficial
Amados hermanos y hermanas,
Hoy nos encontramos con un pasaje de la Palabra de Dios que nos confronta directamente, un mensaje que Dios mismo pronunció a través del profeta Malaquías a los sacerdotes de Israel. Es un mensaje que, aunque fue dado hace milenios, resuena con una fuerza impactante en nuestros corazones hoy. Leamos juntos Malaquías 1:6-14.

La queja de Dios: "Me habéis despreciado"
El pasaje comienza con una pregunta retórica de Dios: "El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?" (v. 6). Dios, en su infinita paciencia, confronta a los sacerdotes de su pueblo. Ellos, quienes debían ser los guardianes de la santidad y los ejemplos de devoción, habían caído en una religiosidad vacía y superficial.
¿Cuál fue su respuesta? Una negación arrogante: "¿En qué hemos menospreciado tu nombre?" (v. 6). Aquí vemos la ceguera espiritual. Habían deshonrado a Dios de maneras tan sutiles para ellos que ni siquiera se daban cuenta.
Las evidencias del desprecio: Ofrendas defectuosas y corazones cansados
Dios no se queda en la acusación general, sino que les señala tres áreas específicas donde su desprecio se hacía evidente:
1. Ofrendas inmundas (v. 7-8)
Dios dice: "En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo". No solo eso, sino que traían animales ciegos, cojos o enfermos para el sacrificio. La ley de Moisés era muy clara: los sacrificios a Dios debían ser lo mejor, sin defecto. Pero ellos ofrecían lo que no servía, lo que no querían.
Dios les hace otra pregunta incisiva: "¿Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto?" (v. 8). ¡Por supuesto que no! Ningún rey humano aceptaría regalos defectuosos o inservibles. Sin embargo, pensaban que Dios, el Rey de reyes, merecía menos. Esto revela una verdad profunda: la calidad de nuestra ofrenda revela lo que realmente pensamos de Dios. Si le damos lo que sobra, lo que es de menor valor, ¿qué estamos diciendo sobre Su grandeza en nuestras vidas?
2. Una mesa despreciable (v. 7, 12)
Además, decían: "La mesa de Jehová es despreciable" (v. 7, 12). La "mesa de Jehová" se refiere al altar, el lugar donde se ofrecían los sacrificios y donde se encontraban con Dios. Para ellos, el servicio a Dios se había convertido en una carga, una rutina sin significado. Ya no valoraban la santidad del encuentro con Dios. Cuando el servicio a Dios se vuelve una obligación tediosa en lugar de un privilegio, hemos caído en el mismo error de estos sacerdotes.
3. Un "¡Oh, qué fastidio es esto!" (v. 13)
La tercera evidencia de su desprecio es la queja abierta: "Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto!" (v. 13). Se sentían cansados, aburridos del culto, de las responsabilidades. Y para colmo, traían "lo hurtado, o cojo, o enfermo". Ofrecían con resentimiento, con pereza, y con lo que no les costaba.
Este "¡qué fastidio!" es un eco peligroso en nuestros propios corazones. ¿Cuántas veces el servicio a Dios, la oración, el estudio de la Biblia, la asistencia a la iglesia, se convierte en un "fastidio" para nosotros? Cuando llegamos a ese punto, estamos menospreciando el nombre de Dios, estamos demostrando que no valoramos Su presencia ni Su majestad.
Las consecuencias y el contraste
Dios les advierte que no tiene complacencia en ellos y que no aceptará sus ofrendas (v. 10). La hipocresía en el culto es abominación para el Señor.
Pero en medio de esta dura reprensión, Dios hace una declaración asombrosa: "Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos" (v. 11).
Esto es profético y glorioso. Mientras Israel fallaba, Dios revela Su plan: Su nombre sería glorificado entre todas las naciones. Esto apunta a la era de la Iglesia, donde personas de toda lengua y tribu ofrecerían a Dios alabanza genuina y sacrificios espirituales limpios. ¡Qué contraste! Mientras su propio pueblo lo despreciaba, el Señor estaba levantando a otros para honrarlo.
Finalmente, Dios pronuncia una maldición sobre el engañador, aquel que promete lo mejor pero ofrece lo dañado (v. 14). Él es el Gran Rey, y Su nombre es temible. No podemos burlarnos de Él.
Aplicación para nosotros hoy
Hermanos, ¿cómo se aplica esto a nuestras vidas?
Examine su ofrenda a Dios: ¿Le estamos dando a Dios lo mejor de nuestro tiempo, de nuestras habilidades, de nuestros recursos? ¿O le estamos dando las "sobras", lo que no nos cuesta, lo que no es nuestro "primogénito"? La verdadera adoración comienza con un corazón que da lo mejor a quien merece lo mejor.
Valore el privilegio del culto: ¿Consideramos el tiempo de adoración, la comunión con los hermanos, la lectura de la Palabra como un fastidio o como un privilegio inestimable? No permitamos que la rutina apague el fuego de nuestra devoción. Venimos a la mesa del Señor, al lugar de encuentro con el Rey. ¡No es despreciable!
Cuide su corazón: La raíz de las ofrendas defectuosas y el cansancio es un corazón que ha perdido el asombro por Dios. Debemos cultivar un temor reverente y una profunda honra por nuestro Padre y Señor. Él no solo es nuestro Padre amoroso, sino también el Rey soberano.
Amados, la buena noticia es que Dios es misericordioso. El versículo 9 nos da una esperanza: "Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?" Es una invitación al arrepentimiento. Podemos volvernos a Él, confesar nuestro desprecio, nuestra superficialidad, y pedir Su perdón.
Que hoy sea un día en que renovemos nuestro compromiso de honrar a Dios con todo nuestro ser, con lo mejor que tenemos, y con un corazón lleno de reverencia y amor. Solo así podremos agradarle verdaderamente.
Amén.

25 julio 2025

LA AUTOESTIMA

blog del pastor janber flores cabrera
Texto: 1° Samuel 16; 1;7;11-13

El Verdadero Valor: Lo Que Dios Ve
Hoy vamos a hablar de algo que a todos nos toca de cerca: la autoestima. 
¿Alguna vez se han sentido mal con ustedes mismos?
 ¿Han pensado que no son lo suficientemente buenos, inteligentes, o atractivos? 
La verdad es que todos, en algún momento, hemos luchado con nuestra autoestima.
Pero la Biblia tiene un mensaje increíblemente poderoso para nosotros sobre este tema, y lo encontramos en 1 Samuel, capítulo 16.
 Vamos a centrarnos en una historia fascinante:
 la elección de David como rey.

Lo Que el Mundo Valora vs. Lo Que Dios Ve
En el pasaje que leímos, Dios le dice a Samuel que Saúl ha sido rechazado como rey y que es hora de buscar a uno nuevo entre los hijos de Isaí. 
Samuel va a Belén y cuando ve a los hijos de Isaí, empieza a mirar a los más grandes, a los que parecen más fuertes o más impresionantes. 
Uno por uno, los ve y piensa: "Este debe ser el elegido".
Pero en el versículo 7, Dios le da una lección magistral a Samuel, y también a nosotros: 
"Y Jehová respondió a Samuel: 
No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón."
¡Qué verdad tan profunda! 
El mundo, y a veces nosotros mismos, nos enfocamos en lo externo:
La apariencia física: 
¿Soy lo suficientemente guapo o guapa? ¿Tengo el cuerpo "perfecto"?
Las habilidades o talentos: 
¿Soy bueno en los deportes, en los estudios, en el arte?
La popularidad o el reconocimiento: 
¿Tengo muchos "me gusta" en mis fotos? ¿La gente me acepta?
Las posesiones materiales: 
¿Tengo la ropa, el celular, o los zapatos más nuevos?
Nos comparamos constantemente con los demás, y si sentimos que no "damos la talla" en estas áreas, nuestra autoestima se desploma. Nos sentimos invisibles, sin valor, o que no merecemos ser amados.
Pero Dios nos dice algo radicalmente diferente: Él mira el corazón.
David: El Inesperado Elegido.
La historia continúa y Samuel pregunta si hay algún hijo más.
 Isaí responde que solo queda el menor, David, quien está cuidando las ovejas. 
David era el insignificante, el que nadie esperaba, el que ni siquiera estaba presente en la "selección" inicial. Probablemente era el más pequeño, el menos imponente, el que nadie consideraría para ser rey.
Pero cuando David llega, Dios le dice a Samuel: "Levántate y úngelo, porque este es." ¡David! El muchacho que pastoreaba ovejas,
 el que parecía no tener nada especial a los ojos humanos. Dios lo vio. Dios vio su corazón, su potencial, su fe. 
Y desde ese día, el Espíritu de Dios vino sobre él.

Tu Valor no Está en lo Que Ves, Sino en lo Que Dios Ve
La lección para cada uno de ustedes hoy es esta:
No te compares con los demás:
 Deja de medir tu valor por lo que ves en otros o por los estándares del mundo. La belleza de las redes sociales es a menudo una ilusión, y la popularidad puede ser fugaz.
Tu valor no depende de tus errores: 
Todos cometemos errores. David mismo cometió errores serios más adelante en su vida. Pero Dios no nos desecha por un error; Él nos ofrece gracia y la oportunidad de levantarnos.
Dios te ve de una manera única y especial: 
Para Dios, no eres un número más. Eres un hijo o una hija amado, creado a su imagen y semejanza, con un propósito único. Él ve tu corazón, tus anhelos, tus luchas, y el potencial que ha puesto dentro de ti.
Tu identidad está en Cristo: 
Si has puesto tu fe en Jesús, eres una nueva creación. Eres amado incondicionalmente, perdonado, y aceptado. ¡Esa es la base de tu verdadera autoestima!
Cuando entendemos que nuestro valor no proviene de lo que hacemos o de cómo nos vemos, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros y de quiénes somos en Él, 
nuestra autoestima se fortalece. Empezamos a vernos a nosotros mismos como Dios nos ve: valiosos, amados y con un propósito.
Así que, la próxima vez que te mires al espejo y no te guste lo que ves, o que te compares con alguien más y te sientas menos, 
recuerda 1 Samuel 16:7: "Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón."
Tu corazón es lo que verdaderamente importa para Dios.
 porque Él te ama y te ha elegido,
 tienes un valor incalculable. 
¡Vive con esa verdad!
Empieza amándote, valorando te, tu eres único, eres el especial tesoro para Dios, eres tan Valioso y especial que Dios mismo vino a tu rescate porque te Ama, si Dios te ama y te tiene algo especial para ti
Aceptalo ,Recibele como el Señor de tu vida.

Autoestima; La autoestima personal es la valoración y percepción que una persona tiene de sí misma. Se trata de la medida en la que alguien se aprecia, respeta y acepta a sí mismo, influyendo en su autoconcepto, su confianza y su bienestar emocional

CRISTO TE LLAMA HOY